Tuesday, March 04, 2008

Bach al descubierto


De él Beethoven sentenció: “Nicht Bach, sonders Meer sollte er heissen” (no debería llamarse arroyo, sino mar), en un espléndido juego de palabras en alemán. Y casi 260 después de la muerte del genio musical irrepetible del barroco el mundo lo sabía prácticamente todo de él: su apabullante y casi inabarcable obra, sus problemas para llegar a fin de mes como director musical de la iglesia de Santo Tomás en Leipzig, su religiosidad profunda y que procreó 19 hijos, algunos músicos como él, pero en ligas inferiores.
Y aunque nunca un ser humano vivo habrá escuchado al maestro Johann Sebastian Bach al teclado, habilidad que le valió el sobrenombre en su época de “príncipe del órgano”, a partir de ahora el autor de las Variaciones Goldberg y las Suites para violonchelo -inmortalizadas en el siglo XX por el pianista Glenn Gould y Pau Casals- mostrará su cara real. Tal y como supuestamente era el día de su muerte, el 28 de julio de 1750.
En un proceso digital similar al utilizado para desvelar los rostros del faraón Tutankamon y de san Nicolás, hace tres años la antropóloga escocesa Caroline Wilkinson recibió el encargo del Museo Bach de Eisenach –su lugar de nacimiento en 1685- de desvelar la faz del compositor. Para su trabajo la científica contaría con una reproducción en bronce de su cráneo y de la única imagen de las existentes a la que se le concedía una mínima verosimilitud. Y todo ello porque la leyenda dice que llegó a posar para ese retrato pintado por Elias Gottlob Haußmann en 1746, cuatro años antes de su muerte.
El molde del cráneo, por su parte, se logró en 1894 con motivo de un traslado de los restos. Y en ese final del siglo XIX ya un científico, Wilhelm His, y un pintor, Carl Ludwig Seffner, trataron a partir de él de reconstruir la faz de Bach. Su resultado se observa en la estatua de Bach (1908) que preside la entrada a la iglesia de santo Tomás en Leipzig.
Nada que ver con la tecnología digital y los conocimientos de anatomía del siglo XXI. La cabeza del compositor mostrada a la prensa en Eisenach nos revela a un orondo anciano aún con pelo y de rostro mofletudo. Su media sonrisa contrasta con la severidad que se le presuponía y ante su ancha frente a cualquier mortal se le vendrán a la cabeza las notas de sus Conciertos de Brandemburgo, o tal vez de su “Clave bien temperado” o la inevitable Misa en Sí menor.
Para su presentación oficial, a la “cabeza” de Bach se la vistió a ratos con una peluca blanca de las usadas en esa época del siglo XVIII, realizada en pelo de caballo por un especialista artesano de la ciudad de Múnich. Debajo del apéndice el cabello del alemán estaba cortado prácticamente al uno. Y según su autora, el resultado es en un 70% similar al real. “Una reconstrucción al 100% es imposible”, estimaba.
El destino final del busto de 40 centímetros del compositor será su Casa Museo de Eisenach, dentro de una exposición titulada “Bach en el espejo de la medicina”. Su director lamentaba en Berlín que nunca se podrá saber el color de pelo o de los ojos de Johann Sebastian. “Parece que tenía los ojos de un color azul acero pero no podemos saberlos exactamente ya que en algunos de sus retratos aparecen de color marrón”, aseguraba Jörg Hansen. Este experimento científico coincide con otra investigación sobre el maestro en Alemania. Un grupo de analistas tratan de averiguar qué parte exacta de la Misa en Sí menor compuso su hijo Carl Philipp Emmanuel, quien acabó la obra tras la muerte de su padre. Gracias al manuscrito original de la partitura, se está estudiando la grafía y la tinta utilizadas.
Odiseo.

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