Friday, November 02, 2007

GPS in Polen



Siempre interesado en las novedades tecnológicas realmente prácticas, Odiseo debe confesar que hace pocos días tuvo su primer encuentro con el GPS, ese trasto localizador que a decir de unos cuantos convierte en un retrasado mental al conductor que aún usa un mapa de carreteras o un callejero. Desde que regalé mi fiel cuádriga de sello alemán al buen señor que aportó su semilla para que vuestro narrador viera la luz, no he hecho mayor uso de vehículos de motor que cuando lo he necesitado, American Express por delante. Y para cosas muy concretas. Pero hete aquí que, en mala hora, se me ocurre alquilar un coche en Varsovia a una compañía local y el “entregador” me insiste repetidamente en que use un receptáculo, y hasta me lo programa para que hable en un español de Valladolid. “Gire a la izquierda”. “Gire a la derecha”. Uno al principio, se sorprende, todo hay que decirlo, se siente como Blade Runner pilotando un seiscientos con navegador. La agradable voz me saca en un pis pas de una amplia ciudad en la que no había estado nunca y me encamina hacia mi destino, la soporífera Zagan. A la hora y media de escuchar esas flexiones vocales tan sugerentes uno se empieza a cuestionar, hablando en plata, “¿dónde coño está la autopista que lleva a Alemania?” De repente, pasadas las dos horas, un cartel sorpresivo invita a una autopista a la izquierda. La voz me regaña y me pide que dé la vuelta. Impertérrito, sigo adelante. “Gira a la derecha imbécil”, ordena. Un nuevo cartel me reafirma en mi decisión y miro al aparato con aire de suficiencia. Por fin la autopista, aún a medio hacer, y el aparato que me advierte que voy campo a través, que gire y que gire y que gire y que me den por saco. Y vuestro héroe que lo intenta apagar, y que no se puede, y va y lo mete bajo el abrigo..., pero sigue hablando. En un alarde busco el volumen, que encuentro tras un par de vueltas por varios menús. A punto de llegar a Zagan, caigo en la cuenta de qué es lo que ha pasado, por qué he perdido casi dos horas de mi vida en malditas carreteras nacionales polacas saturadas de largos camiones. La dichosa autopista debe estar haciéndose a toda prisa con la pasta que llega de la Unión Europea, y el aparatito no piensa en lo que no tiene en su programa. Es decir, para legos o pantanosos como Odiseo, que el GPS conectaba correctamente con su satélite allá en los cielos pero su “software” no estaba actualizado con los nuevos trozos de autopía a 11 zlotys el tramo, por lo que en sus neuronas transitaba por la antigua red comunista, allá en los 80´s. Así me aseguraba, apremiante, que iba aplastando con mi Fiat maizales y árboles frutales varios. Tenía un buen corazón cibernético mi aparatito, pero se había quedado igual de anticuado que un Spectrum de 128 k. Una oración por el siguiente incauto.
Odiseo.

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