Fritz Lang
Debo confesarlo, este vuestro ávido y contumaz consumidor de cine tenía una pequeña laguna con uno de los más grandes directores que han pasado por este cachito de Universo, el alemán de origen austriaco Fritz Lang (1890-1976). Pero héteme aquí en estas gélidas tierras del Norte, decidido a ponerme al día con la cultura alemana que no llega habitualmente a Ítaca, en una inmersión que no excluye a los clásicos, más bien los analiza detalladamente de reojo y casi 100 años más tarde. Y gracias a la gran biblioteca infinita y siempre sin acabar imaginada por Borges, hoy hecha realidad gracias a internet, no hay problema para llevar a buen puerto mis ínfulas. Y para comenzar, nada mejor que sus tres obras inmortales, “Metrópolis” (1927), Los Nibelungos (1924) y “M. El vampiro de Düsseldorf” (1931). Tras visionar la primera, Odiseo sigue contando con “Blade Runner” (1982) entre las más grandes, aunque los decorados no sean sino una actualización de aquellos ideados por el alemán. Tras la segunda, despacio y sin indigestiones, que son 6 horas en dos piezas, a uno le sorprenden los medios con que contó la película y que aún hoy sea capaz de emocionar. Y sin decir una palabra. Esta película estaba entre las pendientes, después de que este verano, zascandileando entre mitos y el río Rin, recalé en Worms. Allí se inicia uno de los grandes mitos trágicos germanos, los Nibelungos, donde corren ríos de sangre por una disputa entre dos mujeres, dos reinas, a ver quién entra primero en la catedral. Mis queridas Víboras quedan a la altura del betún ante tamaña maldad y bocas, las de ambas. Y llegamos a la tercera, donde en una sobrecogedora pieza maestra del expresionismo germano nos sorprende aquel simpático y oscuro Peter Lorre, delicioso segundón en mitos como “Casablanca” o “Arsénico por compasión”. ¿Alguien sabía que nació en Hungría y fue actor “fetiche” de Betolt Brecht en la Alemania pre-Adolfo? Sorprendente. Bien, poco más queda, sólo animar a aquellos felices seres que pueden prescindir unas horas de su vida social y gusten de observar “reliquias”, que se atrevan con el Lang anterior a esas joyas del cine negro como “Furia” o “Sólo se vive una vez”. Con paciencia, claro está, en el caso de Sigfrido, Krimilda y Brunilda. Por cierto, quien suscribe goza de la “suerte” de tener casi más de 35 y de haber podido dar rienda suelta a su hambre de cine en la TVE de Felipe González. No sé si os acordáis de que reponían casi a diario clásicos de esos que te quedabas sólo viéndolos, con la familia ya en el sobre desde hacía horas. Sin entrar en consideraciones aledañas, ¡viva Pilar Miró!
Odiseo.
Odiseo.
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