Saturday, August 25, 2007

Der Flughafen


Nada más cruzarnos la mirada, vuestro pobre héroe de tres al cuarto supo enseguida que aquél muchachote de pelo rubio muy corto, uno noventa sobrado y vistosa canana al cinto con una pistola, digo yo que reglamentaria al igual que el uniforme verde infame, me iba a parar. Mis cansados ojos verdes exageradamente aclarados por la playa y los suyos azules y gélidos, cada uno en su papel, se encontraron a eso de las 15.50 en el aeropuerto de Schönnefeld, cuando por fin la jodida maleta roja se había decidido a salir por la cinta tras esperarla más de cuarenta minutos. Tal vez se encontró a otra maleta conocida en anterior viaje y tomaron unas cervezas para celebrarlo. Tal vez. No tenía el día vuestro marinero de aguas dulces y turbulentas, tras varias horas de vuelo y sometido contra la pared a una agotadora conversación. Para colmo de males, el fondo de maleta con las mínimas garantías de limpieza casaba a duras penas y el aspecto general era, todo hay que decirlo, de inmigrante de la Anatolia profunda con ganas de colarse en el país del curry-wurst, y cierto toque desarrapado de postre. El pelo largo, la barba y la piel renegrida de diez días tendida al Atlántico eran simplemente un extra del despropósito. Así que, con el “Bitte” por delante, me pidió mi “pasaporte o Ausweis”, carné de identidad alemán. Vaya, así que además de un desgraciado sin papeles con ganas de matarme a trabajar como una bestia en el mercado negro también cabía la posibilidad de que fuera un “malo” de “dentro” con “cosas malas” en el invento rojo. Lo de terrorista islámico lo obvio por lógico. Bien, en esto que Odiseo le entrega el pasaporte y comienza el ritual al pasar las páginas con su mirada de cielo de primavera. Los ojos se agrandan involuntariamente, los dichosos visados de países muy “malotes” y con bastante tarao suelto impresionan. “Estos países…” comienza a soltar cuando de repente mi musa y castigo en versión 1.80 teutona del sur, que se había adelantado, cae en la cuenta que el itaqueño quedó atrás, retrocede y pregunta: “Was ist denn los mit dir?”. No ha visto al policía, y éste le pregunta si éste sujeto renegrido de 1.80 y pasaporte de Mallorca y el impactante espárrago rubio XXL de la Baviera alta, que acaba de entrar en escena, viajan juntos. Sí, contesté, y desée añadir el que le come las magdalenas, pero no lo vi prudente. El caso es que el polizonte con aspecto de “marine” comienza a tener su primera duda en la historia que se había montado y como buen germano que ha visto desaparecer de la pantalla de su cerebro su número de orientación vitál, rebobina. “Estos países…” arranca de nuevo, o lo intenta. Porque raudo y veloz, con la papela en la boca, el ex inmigrante y ex terrorista chií comienza a identificarse con el gastado repertorio de rigor. Ni si quiera puede terminar su ensayada frase cuando el muchachote le devuelve el sobado cuadernito donde se lee aquello tan chusco de “Reino de…” Ítaca. Y le mete prisa para que se vaya, nada menos. Y yo que ya le iba a contar que además de eso, era hijo de “Gastarbeiter”, palabro contumaz que significa “trabajador invitado” y designa a los inmigrantes con derechos. Para darle un puntillo interesante al control. Si es que…

Odiseo.

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