Die Zähnpasta
Hecha la Ley, hecha la trampa, como diría mi señora madre allá en los territorios cada vez más lejanos de Ítaca. No han tardado mucho los cerebritos dedicados en cuerpo y alma a estrujar los bolsillos del común de los mortales en dar con la clave: que hace un par de años unos seres llenos de mala baba y luengas barbas, invocando histéricamnte a su dios, intentan pulverizar un avión con un explosivo líquido, pues van los que mandan y prohíben a todo quisqui viajar con pasta de dientes, desodorante y el jarabe para la tos a menos que se metan en una bonita bolsa higiénica y transparente. Lógico, así todo el mundo sabrá si gastas la marca del “Sepu” o te estiras. ¿Y qué idean los antes citados cerebritos? Pues nada, fabricamos la pasta de dientes y el desodorante tamaño bolsillo, lo acompañamos de un poquito de gel, los metemos a todos en una bolsita transparente, y los vendemos en el aeropuerto al bonito precio de 8,90 euros (comprobado hace unos minutos en el aeropuerto de Fráncfort). Aún llega la cosa más lejos. Hace apenas unos segundos, en dicho aeródromo alemán, he visto una maquinita expendedora de unas bolas llenas de… pasta de dientes. A euro el cepillado, un negocio redondo. Ya dije hace tiempo que acabaremos pasando los controles de los aeropuertos en pelota picada, y si no al tiempo. Y teniendo que llegar un día antes al recinto aeroportuario para pasar una suerte de cuarentena. Todos desnudos en salas hiperhigiénicas hasta la mañana de nuestro vuelo. Quizás por eso he empezado a disfrutar de nuevo de los trenes, sobre todo en trayectos de un máximo de cuatro horas. En el Zug se puede leer, los asientos son más cómodos, hay más espacio, y te puedes dar un paseíto sin que una histérica azafata te dé el coñazo con el cinturón de seguridad. Ah, y las estaciones suelen estar en el centro de las ciudades y no hay que llegar dos horas antes. Todo son ventajas.Odiseo.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home