Monday, May 14, 2007

Parkplätze für Frauen


A los oriundos de Ítaca, cuando viajamos a esa Europa del norte en la que, al menos sobre el papel y en gran parte en la práctica, ciertas cosas hace ya mucho que se normalizaron al 100%, véase como botón de muestra la igualdad entre sexos, algunas sorpresas pueden dejarnos boquiabiertos durante diez minutos. Pasado ese tiempo, las consideramos lo más lógico del mundo. Dentro de un episodio que, si los dioses me son favorables, ocupará otra entrada de este humilde blog, encontramos a Odiseo a bordo de un sorprendente Fiat-1 de 17 años. Le llamaré cariñosamente BKA, Bundeskriminalamt, la "poli" para entendernos, por cierto capricho de la dueña en la secuencia de su matrícula. Aprovecho aquí para colar de rondón una irresponsable reflexión: siempre he otorgado sexo a mis coches, y mientras que aquel R-8 familiar era un viejo entrañable y con resaca, el heredado R-6 una mujer entrada en años y fea figura pero fuerte y fiable; el frágil Escort juraría que era gay, el 216 un ágil padre de familia y el A3 una bella y rotunda damisela con mucha marcha. Y tras éste desbarre neuronal, vuelvo al volante del BKA y a la búsqueda de aparcamiento a escasos metros de la Kudam, la Gran Vía de estos lares. Evidentemente, la solución es un garaje. La planta baja está vacía y toda reservada con grandes carteles. En la primera, vuelvo a ver unas gruesas letras pintadas de azul en la pared e interpreto sin fijarme demasiado que tampoco se puede aparcar. Mi larguirucha cicerone me saca del error. Puedo aparcar. “Es para mujeres”. Durante unos segundos no reacciono. Y luego mi carcajada es estupenda. “¿Para mujeres?”. “Sí”, me responden. “Este barrio es peligroso por la noche, y todos los garajes disponen de una zona sólo para mujeres, más vigilada”, explica de nuevo mi cicerone. “Así las alemanas, con todos nuestros problemas psicológicos, podemos aparcar pronto y no estallar”, añade con una carcajada revitalizante. Mi impresión, ya digo, dura diez minutos, lo que tardo en verlo lo más lógico del planeta. Y desde aquí mi firma de ciudadano en oferta por si a alguien se le ocurre proponerlo en aquella mi Ítaca de las entretelas. Sí, mis queridos e invisibles lectores. Los garajes de Berlín, y supongo que los de toda Alemania, tienen una zona reservada a mujeres. Ahora que lo pienso, esta suerte de “discriminación sexual positiva” (qué palabro, por Alá) sería recibida por los itaquenses o itaqueños masculinos con algo cercano a lo del Dos de Mayo. El tráfico, dirían, es democrático y no distingue de sexos, y qué es eso de dar facilidades de aparcamiento a uno de ellos. ¿Y qué tal recuperar la idea de los carriles-bici masivos?, aprovechando que el Pisuerga, según me dice mi “McGyver” berlinesa de la información, transplantada eventualmente a Bruselas, pasa por Valladolid.
Odiseo

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