Herr Ansar
La primera vez que vuestro humilde Odiseo vio en vivo y en directo a este prócer de la Patria (alguien debía gastar ese adjetivo, querido e invisible lector), ya entonces ex inspector de Finanzas del Estado, prácticamente acababa de abandonar el pantalón corto y se preparaba para faenar en caladeros de Oriente Medio. Ni la menor idea de que un día se lanzaría a la aventura de regresar tranquilamente a casa tras la campaña bélica del dichoso caballo. En esos días, bisoño, uno se quedó embobado mirando cómo el señor “!Váyase usted señor González!” no movía un milímetro sus labios para hablar, como un muñeco. Dios o las hadas, a efectos prácticos lo mismo, no desasistieron a nuestro narrador y al menos la enorme cinta de cassette –corrían los primeros años noventa- grabó la crispación necesaria para parir la consabida colección de palabras. Alguna vez más le vi durante su primera legislatura, cuando era el tipo más moderado y pactista del planeta Tierra, y también en la segunda, donde nadie le tosía porque él, simplemente, vivía recluido cual reina madre en La Moncloa y sólo dejaba de hacer calceta para poner los pies sobre la mesa de las Azores (arriba en la foto, con sus compas de juerga) y con su mayoría absoluta meternos en una patética invasión ilegal de un país árabe, para mayor gloria de los USA y para desesperación de la mayoría de sus ciudadanos itaqueños. Un buen día, ya imbuido de su papel de reina madre, mintió a su pueblo, y éste le metió una patada a él y a sus muchachos donde duele de verdad a un político, en los votos. Luego vendría la esquizofrénica tesis de la conspiración durante tres largos años para intentar demostrar que aquello fue… o bien “un golpe de estado de la oposición”, que como bien dice la palabra estaba en la oposición y no chupaba poder (el poder era de los mentirosillos), o incluso un contubernio judeo-masón-islamista-etarra, de los que gustaban al tío Paco Medallas, para “quitarles” las llaves de La Moncloa a nuestros “beatíficos” chicos de la gaviota. Pero esto ya aburre a las ovejas (sí señores, siento decírlo tan claramente), así que seguiré con nuestra reina madre. Bien, hete aquí que surcando los mares mi tripulación y yo recalamos en la isla de Tiergarten y allí nos encontramos a nuestro buen señor, al que ahora, a través de cierta fundación de cerebros “neocon” requemados y “liberales” (¡agh!, no soporto a alguien que se autodefine así, ¿será por el enano parlanchín de la Conferencia Episcopal, al que incluso le dan premios?), intenta arreglar el planeta desde concepciones “democráticas” y “decentes”. ¿Por qué insiste? Ya lo intentó en Ítaca y aún estamos pagando los platos rotos. En ese país árabe, en fin, sólo hay que seguir un poco la prensa para darse cuenta de que allí pintan bastos y el horizonte está decorado en sangre y luto. Pero él, cada vez más reina y menos madre, con esa actitud de ofendido –“¿cómo os habéis atrevido, españolitos, a echarnos del Gobierno? No se os puede dejar pensar-, la melena cada vez más larga y cuidada de peluquería, lo que no deja de ser un contrasentido, y nada menos que en inglés, o al menos eso se cree él, erre que erre. Alguien debería prepararle una transcripción fonética de sus ponencias, para que la cosa no resulte tan ridícula. Por qué sólo los itaqueños, entre los europeos, insisten en hablar en inglés en actos internacionales cuando hay un servicio de traducción “ad hoc”, Solana entre ellos, pero al menos con él te ríes. A Dios Gracias, o al Diablo, ayer no habló de la dichosa conspiración, aunque para eso ya tiene a Rajoy, Acebes y a Zaplana, los hermanos Marx del “Tridente patriótico” o "Día de la banderita" . Pero qué quieres, a uno se le electriza el estómago cuando el moderador presenta a este personaje como “Der Vater der spanisch Witschafts Boom” (el padre del boom económico en España). Pero en fin, el morbo que nos ha llevado a tantos itaqueños a la Fundación “Konrad Adenauer” a escuchar a nuestro muchacho, que no otra cosa (mis chicos en Ítaca no están interesados en lo que pueda decir sobre “neoconismos”), se agota ante la estulticia, y fuera aún hace un día precioso. Pleguemos velas y a otra cosa, más interesante si cabe.
Odiseo.
Odiseo.
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