Willkommen E-Book!
Hoy nos ponemos pro-tecnológicos, aviso para incautos. ¡El libro electrónico!, sin duda el mejor invento desde el maldito “áipod” de 40 gigas, donde podías llevarte a la luna tu millar de discos recuerdo de casi décadas digitalizados en cómodos archivos mp3. Pero ésta no es una revista del gremio de los bytes ni vuestro Odiseo se deja apabullar por el “tsunami” de cachivaches electrónicos que nos invade. Loor a lo práctico y revolucionario, estulticia para las anuales “mejoras” imprescindibles. Es decir, para qué un móvil con cámara, con reproductor de Mp3, conectado a internet y capaz de reproducir películas… ¿Puedo pedir un teléfono con manufacturador de felatio o rebañador de triángulos venusianos (en fin, ésta sería una idea muy interesante, ¿no?)? ¡El libro!, que se me va la pinza. Bien, el llamado libro electrónico o e-book llamó mi atención desde el primer momento, porque seamos sinceros. En algún momento tiene que salir un sustituto del papel, no va a haber árboles suficientes para tanta carta de amor y tanto libelo, por poner ejemplos. Ergo, el futuro. Por ello, anduve días leyendo artículos sesudos y no tanto sobre el tema y me decidí. A los dos días la tenía en mis manos, y lo confieso, el primer momento fue de estupor y decepción ante aquella lámina de plástico negro de apenas unos milímetros de grosor y tamaño libro de bolsillo medio. Se enciende y ¡plaf! Observo algunos libros clásicos sin derechos de autor metidos de muestra, e incluso "demos" de grandes piezas literarias de hipermercado. Pero, sencillamente, este marinero de agua dulce admite su admiración ante esta nueva tecnología conocida como "tinta electrónica" y que ha permitido la concepción de tamaños engendros del mañana, nada que ver con la fatigosa pantalla de un ordenador convencional. La sensación en este "Cybook" (no quería hacer publicidad, pero) es de estar leyendo sobre un auténtico papel de ciertas reminiscencias recicladas. Y tras la lectura de un pequeño relato del simpar Howard P. Lovecraft, cual experimento, confirmar que se lee como una página, pese a que desconozco si hay efectos secundarios sobre las neuronas, aunque también la fabada los tiene, cabe decir. El manejo es tan fácil como pasar las páginas de un libro, pero sin el sabor, lo sé. El único problema es hacerse con los formatos digitales, ya que hay uno específico (que comparten casi todas las marcas) para libros electrónicos, pero acepta PDF y TXT con pequeños retoques necesarios (tamaño de letra, zum Beispiel). De momento diré que el libro electrónico puede hacer las funciones de consolador, pero no sustituir al delicioso objeto de crujiente papel y lleno de palabras e ideas (no todos, lo sé). Pero es una opción. Y para este navegante infatigable en busca de mi lejana Ítaca, sin prisa y con pausas, el que exista esa inconmensurable Megabiblioteca llamada Internet, con millones de obras clásicas digitalizadas y a la espera de un cerebro cualquiera, mi libro electrónico me va a servir por ejemplo para consultar mis libros que andan exiliados en un lugar de la Alcarria de cuyo nombre no quiero acordarme. A distancia y en pocos segundos. Y todo ello desde mi barco, al Este del Rin y entre tierras cada día menos desconocidas. O para empollar "ése" libro imprescindible para el que nunca tuve tiempo. Ahora puede haber una oportunidad. Como resumen diré que Odiseo lleva ahora parte de su biblioteca en su ordenador, esa biblioteca que se esparce por varios países de la Unión Europea y que no quiere decir “basta”. En fin, alea jacta est y que nos quiten lo bailao. Ahora allá la curiosidad de cada cual.
Odiseo.
Odiseo.
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