Düsseldorf
Uno creía haber visto desaparecer con aquello de internet y del dichoso GPS a esos taxis que parecen salidos de una película de maese Almodóvar. En Madrid, al menos, es ya casi imposible topar con uno, pese a que haberlos haylos como en botica. En Berlín es simplemente impensable, todo tan aséptico, tan higiénico y práctico, tan alemán, valga mi admiración... Y todo ello ajeno al color de piel del chófer y su acento de la Anatolia más profunda, de las Montañas del Líbano, o de un poco más cerca, de Polonia y alrededores, incluso de Rusia. Y cuál no es mi sorpresa ir a caer en uno de esos taxis, los almodovarianos, en el mismo centro de Düsseldorf, y con GPS, claro. Esa señora Ellen, de unos “sesentai” tan vitales y amables, calada hasta las cejas en un grueso abrigo muy usado en los inviernos de los 80 entre los más modernos. El acrílico de pelo largo fucsia que cubre a nuestro sujeto hoy de estudio, hundido en el asiento, atrapa durante largo rato. El segundo punto de enfoque visual es su pelo, del color del abrigo y encerrado en un moño en lo alto del respaldo. Tercero, un crucifijo mediano, negro mate, colgado del espejo retrovisor. Y cuarto, y último –no quiero cansar-, unas gafas graduadas de sol que ya lució Audrey Herpburn allá por los cincuenta. Y de hilo musical, los grandes éxitos del tecno-pop de la década más arriba citada, los ambiguos ochenta. No para de hablar desde el primer minuto, y tras descubrir las razones por las que un españolito agarra un taxi junto a la Markplatz y el inmenso Rhin desbocado, confiesa su amor por París. París de Francia, por si no quedaba claro. Y cuenta que desde que la conoció quiere volver. “Düsseldorf es Alemania, pero París es Francia”, afirma asintiendo como si fuera el argumento fetiche para cualquier problema del planeta. Y por supuesto que me cae un “momento-fotos” de Ellen en París, con un gendarme, o en una esquina del centro. Y a medio camino una llamada de una amiga, que por supuesto contesta sin inmutarse enchufada al bluetooth tan en boga. Y que le cuenta que va conmigo en un taxi, exactamente con un “reporter”, y resume el trayecto en tres frases. “Una buena amiga, ¿sabe?”, cuenta coqueta. Y ese destino tan soporífero y feo de las afueras, que llega inmediatamente, y esas ganas que te dan de soltarle dos besos a esa señora que te ha sacado una sonrisa, y gratis. Bueno, 15,70 euros en canal .
Odiseo
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