Saturday, December 09, 2006

Getränkebörse

La Beck cambia una flecha descendiente roja por una ascendente verde y supera a la Bit, en el mismo esperanzador tono. La primera se ha apreciado 20 céntimos al tiempo que la segunda pierde 25. La tabla no engaña, la ahora a la cabeza tiene toda la tarde una progresión lenta pero segura, cualquiera siempre tiene sus incondicionales. Alguien hace sonar una campana mientras la parroquia gira la cabeza hacia la gran pantalla colgada sobre la puerta. Las cotizaciones son tentadoras, y hay quien alza la mano pidiendo un vaso calibre submarino de Isaac Peral de Bit. Hay que aprovechar su bajada en el mercado. Antes de solicitar los ansiados arenques la pregunta de la camarera aturde. “¿Qué cerveza queréis?”, responde a la vaga petición de cerveza. “Mirad las cotizaciones”, añade, y desvirgo mis adormecidas entendenderas en alemán para devolverle: “No me lo puedo creer? ¿Esto va en serio?” Apalabrada la condumia y el apropiado lingotazo lo entiendo. Las más republicana de las Kneipe berlinesas, a labios del Spree, ha convertido la venta de cervezas en una auténtica Bolsa, en la que los néctares de la cebada y otros de la familia suben y bajan su precio con arreglo a la oferta y la demanda. Puro capitalismo. Es decir, que cotiza como acciones cualesquiera, que Alá las confunda en un favor personal. Que ese día viene el Hans de turno con sus amigos y siempre beben Beck, pues a las nubes que llega; que se marchan y llega Kurt con los suyos, que siempre beben Bit, héla que baja aquélla para dejar hueco a ésta, como suele ocurrir en tantas lides. Habrá apreciado el inteligente lector que siempre cito las mismas dos cervezas. Para qué negarlo. Soy un analfabeto de este apartado etílico. Y sólo me vienen a la memoria esas dos, así que me aprovecho, que para eso soy quien anda enredado en este viaje. A sus pies un amante del vino, pero con la mente abierta.
Odiseo

Friday, December 01, 2006

Die Zauberflöte und Neuenfels


Los puristas han pedido que los infiernos se desaten sobre Hans Neuenfels. Ellos con su chaqué y ellas con su canesú y traje de noche, muy dignos y emperifollados, que para eso está la ópera, ladran por las esquinas que esto no puede seguir así. ¿Adónde vamos a ir a parar? Y, que nada, que Neuenfels sigue montando a Mozart como le sale de los hígados, para delicia de una inmensa minoría. Y si los estrictos muchachos y muchachas más arriba citados desean que “Die Zauberflöte” (La Flauta Mágica para los hablares patrios) se siga representando como el día que se estrenó, el 30 de septiembre de 1791, con el propio Wolfgang a la batuta, allá ellos. El amigo Hans insiste en que no, que ya está bien de pelucones, prietos corsés y tutús, y que ya han pasado más de 200 años, 215 para los amantes de las cifras redondas. Así entre nosotros, depravad@ e inexistente lector, es una de las más maravillosas y misteriosas óperas que haya parido madre sobre este corrupto planeta, tanto que al genio de Salzburgo se le puede escuchar en pantuflas, en pantalones vaqueros o en uniforme de nacimiento si fuese menester sin que el dúo de Papageno y Papagena, con sus cuarentaitantos pa-pa-pa-pás, o el aria de coloratura de la Königin der Nacht (la Reina de la Noche), Der Halle Rache kocht in meinem Herzen (El Pabellón de la venganza se cuece en mi corazón, en traducción libre), pierdan cualquiera de sus efectos sobre el cerebro y el ánimo. Siempre que los intérpretes sean capaces de dar la nota, y en estas lides doblo la testuz y el sombrero ante el Papageno de Jens Larsen, la Reina de la Noche de Tatjana Gazdik y la Tamina de Maria Bengtsson. ¿Y qué si la flauta mágica es un inmenso pene?, nos preguntamos Justina “Olosinfortuniosdelavirtud” y el descastado juntapalabras que suscribe. ¿Y qué si Neunfels se acerca a una representación teatral y se inventa una suerte de narradora, Marie Térese, en la persona de su propia esposa la gran actriz Elisabeth Trissenaar?, insisto en que cuestione aunque no quiera mi vecina de blog, que se ha dejado caer por la capital del antiguo Reich en una muy grata sorpresa. En este punto cabe recordar que tanto Mozart como Emanuel Schikaneder, barítono y autor del libreto, andaban por aquellos días con los bolsillos llenos de telarañas y lanzaron la obra para pagar muchas de sus deudas. El propio Schikaneder hizo de Papageno en el estreno y la cuñada de Mozart, Josepha Hofer, de Reina de la Noche. Reducción de costes, se llama ahora. Que los malditos puristas sigan abucheando a Elisabeth, yo seguiré relamiéndome los labios con el autor de aquella su otra genialidad, el Réquiem, aunque siga sin creerme Die Zauberflöte como un cuento de hadas, y sí como una alucinante obra arquitectónica llena de elementos oníricos e influencias masónicas. Jamás he logrado entender la Masonería, pero si aceptó a tipos como Mozart, hizo que grandes neuronas como Don Manuel Azaña coquetearan con ella y prohibió el ingreso a aquel infausto gallego de voz aflautada llamado Franco, no debe dejar de tener su interés. Y si Neuenfels desea seguir haciendo experimentos operísticos propios del siglo XXI, o quiere seguir cortando la cabeza a los embajadores de los dioses, como hizo en su también mozartiano “Idomeneo”, chapeau! Aunque a puristas de la música y fundamentalistas de la cosa ésa de los credos se les agrien las tripas.
Odiseo.