Tuesday, November 07, 2006

Fünfzig


El listón estaba alto, lo colocaría en un 7 en la escala que lleve estos asuntos. Seguro que la hay y si no deberíamos inventarla para la ocasión. Una tarde, ya de anochecida, muy poca gente cerrando las últimas tiendas para alpinistas de ocasión en la ciudad de Katmandú. Un grupo de adolescentes a los que sólo puedo distinguir por el color de sus ropas se arremolina [puedo asegurar a propios y extraños que jamás había utilizado este verbo, pero de repente lo he necesitado y ahí estaba] en una esquina, apartada de la plaza que se asemeja a una desordenada manifestación de templos religiosos, unos pegados a los otros. Sólo faltan las pancartas. Uno de ellos susurra una palabra, la misma que otra camiseta dejara caer distraída tres o cuatro horas antes, en algún lugar semejante de esas calles todas iguales, sólo que en viaje de ida. Y a uno, de repente, le apetecen unas risas en un país donde la Muerte es como el paso del turista, habitual, y se lava y quema en el río, a la Muerte, no al turista, a la vista de todos. Y se retrasa de la compañía, el uno, disimuladamente, y negocia a señas en inglés. Ese “uno” no es sino el otro Odiseo, el que no logró regresar del Hades, y el que se inclina levemente ante sus ojos en estas palabras encadenadas en líneas. Y bien, años depués, nos hallamos en otra ciudad, en otro continente, con un enrrevesado idioma de por medio, y un Uno-Odiseo al que hoy también le apetece reír. Y un plan A que se viene abajo y hay que recurrir al B, que no aparece. Pero como uno es así, obsesivo en lo de sobrevivir sin mayores motivos, hoy hay hasta un Plan C. Una palabra cogida al viento de una conversación hace ya un mes. Mis 23 neuronas en pie de guerra intentando darle un orden en el espacio de las cosas. Y de repente se hace la luz. Vivo a un centenar de metros de un parque enorme. Ahí radica la palabra mágica. Y de noche, apenas un alma en ninguna parte, me adentro en el mar de árboles negros. Y casi inmediatamente dos ciudadanos a los que el adjetivo siniestro les queda a la altura del calcetín acuden de la nada oculta de un matorral. La tercera es la opción correcta. Educados y discretos, todo muy alemán pese a que su rostro les delata. Así pues, un parque solitario y desconocido en la noche, un idioma criminal y dos sucursales teutonas de la mafia marsellesa. Merece un 7,5. Y unas risas de propina.


Odiseo




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