Friday, November 03, 2006

Die deutscher

Me pregunta mi “McGyver” favorito cómo son las mujeres de estas tierras. ¿Cómo son las alemanas? Es de cajón que la excusa de que acabo de saltar en paracaídas marca ACME sobre estos territorios norteños y que mi conocimiento del tema es parco a la par que meramente visual no le satisface. Así que le respondo a la gallega: ¿Cómo son las españolas? Cara de póker, la intuyo al otro lado del messenger. He oído extensas disquisiciones y proclamas al respecto procedentes de los eruditos, dicen, más acreditados. Papel mojado. He topado con muchas, y aún tendré el placer, si Confucio, el PP y ciertos divertículos insurgentes no la joden, de trabar conocimiento con alguna que otra más, dialéctica o incluso científicamente hablando. Y puedo decir a mis años... Mejor obviar este extremo. Simplemente aseveraré que me veo capacitado a grabar en piedra con martillo y escoplo, cual tabla sagrada, la siguiente máxima: jamás he conocido a dos españolas iguales. Así pues, valiente lector, qué decir de las féminas de aquestos lares. Absolutamente nada, salvo pelusilla banal de la que te encuentras en el interior del bolsillo del pantalón. Frías (lo dudo), calculadoras (de eso también hay en el terruño), racionales (¿por qué no?), distantes (hay miradas que apuestan por lo contrario), de cuartos traseros prominentes (no necesariamente), rubias (y morenas y pelirrojas de ojos verdes), de piel traslúcida (casi que sí, la meteorología no perdona, pero viva la primavera)... Los tópicos, queridos, para mojar en el café con leche y dos de azúcar, para poco más sirven. ¿De Berlín, del Este, del hanseático norte, de la católica y verde Baviera, con sal y pimienta otomana, de reminiscencias polacas o rusas...? Como se verá, el acotamiento es arriesgado y simplista. Temo que este asunto lo tendré que ampliar más adelante, cuando el idioma no me suponga una barrera infranqueable y conozca alguna indígena más. O quizás nunca. Pero como ya se vislumbró cuando hablé de las bicicletas, confieso que me han sorprendido agradablemente. Quizás ya lo hicieran antes, pues con alguna que otra me topé en aquellos días de mochila y sándwich de atún con mayonesa allende los Pirineos, billete de interraíl pelao y hoy no tengo dinero ni para dormir, parada y fonda en Victoria Station con “bobbies” jodiendo la marrana. Todo un gustazo una charla con alguien de aquel otro lado, cuando los de esta ribera , ni ellos ni ellas, osaban viajar de aquella guisa y dos duros en el bolsillo. ¿Estás loco? Pues todo para mí. Pero sí que reseñaré un tipo de alemana, maldita la manía de catalogar, a la que me gusta observar en el metro –un tema éste, el U-Bahn y el S-Bahn, que desarrollaré otro día- o en bicicleta o en una terraza. Quizás yerre y los tiempos hayan ya cambiado en la piel de toro, insha´la, pero frente al topicazo del españolito individualista, la experiencia me dice que los peninsulares, y mucho más “las” peninsulares, son muy de hacer las cosas acompañadas, la necesidad grupal o gremial, si se me apura, y si no, ni me molesto, menudo coñazo ir al cine solo si no me acompaña nadie, o sentarme a leer en un parque o un café, solo, porque sí, o viajar por el mundo con una mano delante y otra detrás y hambre de aprender cosas diferentes y no necesariamente peores. Se me va la olla, lo presiento. A lo que íbamos, tal vez tenga ya una percepción demodé de mi tierra, pero juraría que aquí en las Germanías a la gente le importa menos ir sola a los sitios, y se suelen ver mujeres talluditas o no, de ojos prometedores, sin miedo a que les cataloguen de solitarias. Pero ya digo, es pronto o demasiado tarde para tratar de escribir un memorándum algo más serio sobre la mujer alemana, y no creo que lo consiguiera ni en un millón de años, que no los tengo. Tampoco lo confeccionaría sobre las españolas, y las tengo algo más tratadas. Además odio las categorías y clasificaciones humanas, me gusta pensar que cada hijo de vecino está fabricado de su propia pasta. Iluso que es uno. Y si para seguir adelante hay que mimetizarse con el panal, mejor me dejo de tonterías y me largo al cine, solo, que estrenan “Ein freund von mir” con el actor de “Good bye Lenin”, Daniel Brühl.

Odiseo.

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